No hay un título en juego, pero el Mallorca dará forma esta tarde en Mestalla a una de esas batallas terminales que pueden marcar el destino. A una de las citas con más trascendencia del curso. El calificativo será aplicado después a otro puñado de enfrentamientos, pero la primera final por la salvación llega hoy con el Valencia como testigo. No se antoja el grupo de Valverde el mejor rival para asomar la cabeza, pero es el que marca el calendario y el vestuario se ha conjurado para no demorar más la reacción. O amarra algo positivo de la capital levantina o comenzará a vislumbrar la Tierra Prometida con prismáticos.
Sumido en su peor campaña de los últimos 30 años -jamás desde entonces había llegado a estas alturas del curso con solo 18 puntos-, el Mallorca se vuelve a tomar las pulsaciones en una cita que puede suponer un punto de inflexión.
El conjunto de Gregorio Manzano balear desafía a su pasado más reciente y al futuro a medio plazo. El punto obtenido el pasado sábado ante Osasuna sirvió para evitar el desastre absoluto. Para nada más. Ahora, con una semana más de trabajo, el técnico de Bailén apostará ya por su estilo para intentar acallar a los agoreros. De entrada, Manzano edificará un trivote por delante de la defensa. La idea del andaluz pasa por fijar a Tissone, Pina y Márquez para que el equipo tapone sus vías de agua -acumula dieciocho jornadas seguidas recibiendo goles, su peor marca- y genere algo de fútbol cerca de las líneas enemigas.
El héroe del empate ante Osasuna, Pedro Geromel, superó la prueba de ayer y entró en la convocatoria, una lista que no incluye a los lesionados Antonio López, Bigas y Arizmendi ni a los descartados Anderson, Kevin y Miño.
Además de reformar el centro del campo, Manzano también podría variar el centro de la defensa. Geromel, Nunes y Fontàs pugnan por las dos plazas de centrales. En la vanguardia, Giovani es el único seguro. Sus dos acompañantes saldrán del cuarteto formado por Pereira, Nsue, Víctor y Hemed. Más allá de los nombres, el Mallorca necesita dar un golpe de timón para no descolgarse.