El Mallorca se la juega en territorio hostil. A domicilio, el grupo balear afronta un doble desafío con la intención de salir del atolladero. El equipo isleño, que se encuentra inmerso en la tercera peor racha de resultados de toda su historia en la máxima categoría -seis derrotas consecutivas- divisa en el horizonte las dos primeras finales del curso. Dos episodios que pueden marcar el destino de una escuadra en caída libre y que visita de forma seguida Balaídos y Vallecas con la obligación de no volver a doblar la rodilla.
Las huestes de Caparrós se autoexigen alterar el rumbo. En apenas un mes y medio, ha pasado de vivir plácidamente instalado en los sillones más cómodos del campeonato a coquetear con el descenso. De hecho, en la próxima jornada podría caer hasta los infiernos de la clasificación si pierde en Vigo y se producen una serie de resultados. No obstante, desde el vestuario bermellón han salido voces optimistas, aunque también hay quien ha pronunciado la palabra final. Porque el Mallorca no quiere retrasar más su reacción.
En la planta noble, la preocupación es máxima. Teniendo en cuenta el precedente con Serra Ferrer en el banquillo -encadenó hasta siete derrotas consecutivas y descendió a Segunda en la campaña 1991-92-, las luces de alarma ya se han encendido por los pasillos de Son Moix. La racha de derrotas ha escocido de forma notable y ha resquebrajado la relación entre la propiedad y el cuerpo técnico.
Joaquín Caparrós jamás había sufrido una marca tan pésima de resultados, desde que comenzó a dirigir en la máxima categoría hace más de una década, y quiere encontrar la tecla para revertir la dinámica.
Visitante
El Mallorca se enfrenta a este doble desafío lejos de su centro de operaciones. Y los números del equipo como visitante no son precisamente para festejar nada. De hecho, el grupo no factura la victoria desde el pasado 28 de abril en Getafe (1-3), hace siete meses y presente un balance desolador: una victoria, dos empates y cinco derrotas en sus ocho últimas salidas...