Mantener quieta a Aina Bauzá resulta casi imposible. Semanas después de firmar todo un hito en la historia de la vela transoceánica al ser la primera regatista balear en atravesar en océano Atlántico, además de hacerlo con un récord de 30 días, 22 horas y 34 minutos entre Cádiz y Bahamas, ya piensa en el futuro y en nuevos retos desde su base del Club de Vela del Port d'Andratx.
Allí reposa el Redò by Ànima Negra, la embarcación de 6'5 metros de eslora con la que pretendía ser la primera isleña en tomar la salida en la Mini Transat el pasado año, aunque tuvo que cambiar de planes sobre la marcha y, lejos de rendirse, se planteó dar forma a esa travesía para los anales de la vela mallorquina. «Ha sido una experiencia vital increíble», asegura Aina, quien espera todavía la inminente homologación de esa marca por parte de World Sailing.
«Ha sido más bonito que la Mini Transat, toda una experiencia», aunque pese a no tener la exigencia de la competición, sí que llevaba a sus espaldas «la del tiempo y la de acabar la travesía y que el barco la resistiera», prosigue Bauzá, quien recuerda especialmente el momento de alcanzar tierra en Bahamas, donde le esperaban sus padres y pudo disfrutar de un enclave idílico.
La navegación a través del océano resultó «espectacular», aunque echó de menos un colchón o un cojín para descansar mejor, «aunque comida y agua no me faltaba, pero después del día veinte ya empezaba a notarse la carga y el cansancio, pese a que pude dormir más horas de las que esperaba», recuerda.
A lo largo de la travesía, Aina agradeció unas condiciones de navegación «perfectas, muy buenas. Con viento estable, aunque con oleaje en algunos momentos», apuntando como anécdota que estuvo nada menos que «dieciséis días sin ver un barco a menos de 25 millas del Redò by Ànima Negra», además de encontrarse ballenas o delfines, además de la otra cara del océano: «muchos residuos en medio del Atlántico, que te preguntas qué hacen ahí... como un fluorescente de cocina, restos de obras...». Pese a todo, define el Atlántico como «un chiqui park para los navegantes, por sus condiciones».
Resta importancia a ser la primera balear en firmar este hito, que define como «una excusa para hacer lo que quería». No se detiene aquí la maquinaria, pues tiene en su agenda otras pruebas como la Mini Fastnet o la regata Mini Les Sables-Azores, con la meta en 2025 de ponerse a los mandos de una embarcación de 40 pies, como preparación al salto al IMOCA.
Y eso abre las puertas a un reto mayúsculo. «Mi sueño es dar la vuelta al mundo en solitario y sin escalas», o lo que es lo mismo, participar en la Vendée Globe de 2032 y seguir los pasos de Javier Sansó, que no pudo completar sus dos participaciones. La meta dentro de un largo camino hacia un reto mayúsculo.