El puño en alto en el campo escocés de Saint Andrews, sus recuperaciones milagrosas cuando peor estaba colocada su bola o su memorable 'raza' en la Ryder Cup son imágenes de la memoria del golf al recordar estos días a Severiano Ballesteros, impulsor de este deporte en España y una de sus leyendas, de cuya muerte de cumplen este viernes diez años.
El 7 de mayo de 2011, un día gris y lluvioso, Seve falleció en su casa de su pueblo natal, Pedreña (Cantabria), y dejó un vacío en este deporte que le sigue recordando diez años después de su adiós.
Cerca de su Pedreña, en la playa de Somo, empezó Seve con diez años a pegar sus primeros golpes con un hierro 3, que le había hecho su hermano Baldomero, al tiempo que hacía de caddie en el club de la localidad. Lo demás es historia.
El golfista cántabro, que murió con 54 años a causa de un tumor cerebral siendo uno de los más laureados de la historia, tuvo tiempo de ganar cinco 'grandes' (tres abiertos británicos y dos Masters de Augusta), así como otras tantas Ryder Cup y campeonatos del mundo de match play.
Pero más allá de los títulos, Seve se fue con el reconocimiento de los aficionados del golf mundial, sobre todo en Gran Bretaña, donde era todo un ídolo. A su adiós acudieron personalidades de todos los ámbitos y, de su deporte, los capitanes de la Ryder Cup, ésa por la que tanto luchó Ballesteros.
En el funeral, que tuvo lugar en Pedreña, estuvieron Nick Faldo, Ian Woosnam, Sam Torrance, Bernard Gallacher o Colin Montgomerie, pero también muchos otros que nada tenían que ver con el golf como Miguel Indurain, Michael Robinson, Ramón Calderón, Emilio Butragueño o Enrique Ponce. Y junto a la familia, porque era como su hermano, estuvo su inseparable amigo y compañero José María Olazabal.
Seve logró que un país como España incrementase exponencialmente el número de licencias de golf y también que la Ryder se disputara fuera de Gran Bretaña para que la pudiera disfrutar todo el Viejo Continente. La primera que no se disputó en suelo británico fue en Valderrama (Cádiz) en 1997, y como guinda el bando europeo estuvo capitaneado por Ballesteros.
También abrió el camino a muchos golfistas españoles como Jon Rahm, que ha reconocido que el cántabro fue determinante para que él jugara al golf, o Sergio García, quien se acordó de él al ponerse la chaqueta verde que sólo se enfundan los ganadores del Masters.
Ballesteros tuvo, además, tiempo para el diseño de campos. Una treintena de recorridos a lo largo del mundo llevan el sello de su empresa Golf Course Design.
El espíritu de Seve sigue hoy vivo gracias a la labor de su Fundación, que honra la vida y la trayectoria del golfista, preserva su legado, apoya avances en la investigación oncológica y promociona el golf y sus valores entre niños y jóvenes. Además, su historia quedó plasmada gracias a una película que se rodó en 2013.
Su relación con Mallorca fue cercana, siendo protagonista y participante activo del Turespaña Open, evento del circuito profesional que situó a la Isla en el calendario mundial, además de dejarse ver de manera puntual en actos sociales o deportivos como la Copa del Rey de vela.
Tras su muerte comenzó la lluvia de ideas para honrar a la leyenda. El Gobierno de Cantabria puso su nombre al aeropuerto de la comunidad, ese desde el que Seve salía con su maleta y su bolsa de palos y al que, a menudo, regresaba con un nuevo trofeo.
El Ayuntamiento de Santander le dio una avenida que desemboca en la playa de Los Peligros, desde la que se ve su amada Pedreña, mientras que Marina de Cudeyo -su municipio- instaló una estatua a tamaño real del golfista.
La Asociación de Profesionales de Golf de España también rindió homenaje hace un par de años a Seve y varios profesionales que juegan el circuito del PGA Tour -que lleva su nombre-, entre los que estuvieron sus hijos Javier y Miguel, acudieron a la playa de Somo con su hierro 3 para emular sus inicios.
José María Olazábal se acordó una vez más de Seve el pasado 9 de abril, fecha en la que pasó el corte del Masters de Augusta para continuar jugando el fin de semana y que coincidió con el que hubiera sido el cumpleaños del campeón de Pedreña.
Vestido de azul marino y blanco, colores «de guerra» de Seve cada domingo de torneo, Olazábal le dedicó ese pequeño triunfo personal. «Estaría orgulloso. Lo que echo en falta en un día como hoy es no poder tenerlo aquí y no poder abrazarnos, pero yo creo que estaría contento», aseguró su inseparable amigo.
En el décimo aniversario de su muerte, la Real Federación Española de Golf difundirá un vídeo con opiniones sobre su legado, con algunos golfistas y personas de ese deporte, mientras que la Federación Cántabra tampoco desaprovechará la ocasión y difundirá un panegírico sobre Ballesteros.
Su familia volverá a recordarle, «como siempre», en la intimidad, organizando una misa. Y desde su Fundación aseguran que este 7 de mayo es un día para el recuerdo, pero «no es un día triste, porque Seve no querría que lo fuera».
La mano derecha de Seve, su hermano Baldomero, señala que «parece mentira que hayan pasado 10 años desde» que se fue. «No ha habido ni un solo día en el que no me haya acordado de él. No pensé jamás que enterraría a mi hermano pequeño», reconoce.
Baldomero Ballesteros asegura que Seve fue «el gran impulsor del golf europeo y mundial y el mejor jugador del mundo durante dos décadas». Sin embargo, lamenta que para Cantabria, «desafortunadamente no fue profeta», porque no le escucharon cuando explicaba lo que el golf podía suponer para la región.
«No le hicieron caso a la hora de tener uno o varios extraordinarios campos de golf que hubieran atraído riqueza en la zona aprovechando su figura como mejor jugador del mundo», opina. Baldomero cree que es «un bonito reconocimiento» que el aeropuerto cántabro lleve su nombre, pero lamenta que en el aeródromo no se exponga «ni una sola foto» de su hermano.
«Tan solo fotografías del Real Golf de Pedreña, club que lo único que hizo fue ponerle las cosas difíciles para jugar cuando era niño, y como adulto se aprovechó de su figura cuando se convirtió en quien fue y nunca le dio el sitio que merecía», apostilla.