El Real Mallorca ha experimentado esta semana un cambio importante, tanto futbolístico como anímico. Dos derrotas consecutivas frente a Sporting y Betis dejaron tocado a Manzano que debía buscar una urgente reacción frente al Espanyol. El equipo reaccionó, no de forma radical, per sí evidenció una mejora palpable y de ahí la victoria por tres goles a cero ante el equipo catalán.
La mejora empezó a forjarse el pasado lunes cuando Manzano exteriorizó su enfado por la actitud del equipo. A partir de ahí quedaba una semana para trabajar y sin duda se ha aprovechado bien. Los cambios se han dado desde atrás hacia adelante. Más allá del cambio de Ramis por Nunes, la zaga recuperó el orden durante muchos minutos. No hubo tantos despistes y los que se dieron fueron neutralizados. Manzano quiso cimentar la victoria desde atrás y no se equivocó ya que era necesario dotar de mayor serenidad a la zaga. El trabajo de Pep Lluís Martí y Cléber Santana fue también sobresaliente y recuperar el doble pivote no fue una mala idea. Colaboraron en defensa y no renunciar a construir en acciones ofensivas. El Mallorca en definitiva se mostró más seguro, más fuerte, más solvente en su idea general. Varela volvió a marcar y Arango alternó minutos más brillantes con otros menos, pero incluso el venezolano tuvo alguna que otra aportación al juego del equipo.