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El Valencia zarandea al Mallorca

El cuadro balear naufraga en Mestalla (3-0), donde ofrece una mala imagen

Webó, en una secuencia del partido disputado anoche.

En sólo noventa minutos, el Mallorca ha recuperado las dudas. Si su gran pretemporada había eliminado las sospechas que generaba la brutal reconstrucción que sufrió el equipo con respecto a su versión anterior, la primera jornada le ha dejado en evidencia. Generoso en su propuesta, pero muy blando en su reacción, el conjunto insular acabó entregado a la fuerza del Valencia y a la pizarra de Emery. Peor comienzo, imposible (3-0)
No arrancó mal el Mallorca. Ni mucho menos. Manzano se subió al carro de la Liga enarbolando una de sus propuestas más ofensivas y hasta que el Valencia se despertó de la siesta, más allá de la primera media hora, fue el único propietario del juego, el más valiente. Primero, encharcó la sala de máquinas del conjunto local y después inauguró un gran muestrario de combinaciones en la frontera del áera de Renan. El único problema aparecía a partir de ahí. El Mallorca, que hasta anoche apenas había apreciado la baja de Güiza, comprobó entonces que andaba algo escaso de pólvora. De lo contrario, probablemente le hubiera echado el lazo al equipo de Emery. Aun así, impuso cierto temor y respeto, mucho respeto. En esa fase pudo adelantarse con un libre directo en el área levantina , pero su máximo botín fue un simple córner. El Valencia, por su parte, respondió echando mano del laboratorio que ha abierto su entrenador para optimizar las acciones a balón parado.

El guión apenas sufrió cambios hasta que se archivó el primer tercio del combate, una barrera maldita que acabó convertida en el principio del fin. Arango intentó evitarlo con un disparo que se largó a apenas veinte centímetros del arco de Renan y cuando más suelto parecía el equipo, recibió un manotazo en la frente. Los cracks del Valencia, adormilados hasta ese momento, irrumpieron casi a la vez, hasta que en una de sus llegadas, sacaron la dinamita del cajón. Lo hicieron en una jugada coral, aunque todo el mérito hay que atribuírselo a Silva. El otro genio de Arguineguin acudió a sacar a los suyos del atasco y lo hizo sin mucho esfuerzo, pese a tener delante a una muralla de futbolistas rojillos. Pisó la bola, congeló el juego y no volvió a calentarlo hasta que se abrió una zanja en la defensa. Pablo, totalmente solo en la banda, envió la pelota por el suelo a la olla para ver qué pasaba. Y ocurrió lo peor. Moyà no pudo domarla y Villa, que ya tenía el fusil.cargado, sólo tuvo que apretar el gatillo. Un golazo, sobre todo, por su diseño (minuto 33)
El Mallorca se desencajó y saltaron por los aires algunas piezas. Intentó retroceder en el tiempo para volver a coger los mandos, pero el Valencia estaba sólo en la mitad del sprint. Y entre el bajón moral de los baleares y la euforia surgida en el bando local, se acabó el partido. Esta vez fue Villa el que abrió la lata. Se dejó caer a la izquierda, buscó la mejor posición de disparo y su misil, que se escurrió entre las manos de Moyà, lo empujó Mata a la red con un cabezazo templado. En cinco minutos terroríficos, el Mallorca se había resquebrajado (minuto 37).

Los de Manzano hicieron un último esfuerzo por estrechar las distancias antes del descanso y la verdad es que, de haberlo conseguido, hubiese generado muchísimas dudas. Trejo lo probó y su mejor iniciativa fue un tiro espectacular que hizo que la portería se tambaleara durante medio minuto. Pero la suerte estaba de espaldas.

El descanso ayudó poco. Cuando el Mallorca y el Valencia volvieron al escenario entre uno y otro había un mundo. Manzano insistió en su propuesta inicial y cuando vio que había poco que rascar, empezó a tirar de banquillo probando a Cléber y Aduriz. Ni por esas. Su equipo no tenía nada que ver con el que había destapado el campeonato y el Valencia era inmensamente superior. Todas sus aproximaciones levantaban al caluroso público de Mestalla y vivía aboslutamente relajado en defensa. Jurado, que en el primer tiempo ofreció recursos y soluciones, se fue apagando con el paso de los minutos y apenas había alternativas a la que agarrarse.

Gregorio Manzano, en un último intento a la desesperada, apostó por Castro, aunque tampoco funcionó. El Valencia era imparable y lo demostró cuando el partido estaba en la últimas. Otra vez en una gran sintonía colectiva, Vicente clavó el hachazo definitivo y cerró la ventana. Ahora, habrá que esperar al menos otras dos semanas para ver cómo evoluciona el grupo.

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