El Mallorca está a punto de archivar el primer tercio de campeonato más relajado del siglo XXI. Con dieciseis puntos en su cuenta corriente y el barranco a varios metros de distancia, el conjunto de Manzano circula por la Liga con el viento a favor y el depósito casi lleno. Por primera vez en los cuatro últimos años, el equipo bermellón ha acabado con la tendencia derrotista que mediatizaba su travesía por el torneo y en sólo doce jornadas de competición ha recopilado un volumen de credibilidad que le mantiene totalmente aislado del vagón de cola. De hecho, el club ha conseguido desprenderse de una carga histórica que había arrastrado incluso durante su época dorada. Y es que ha dormido fuera de los puestos de descenso en todas las jornadas, un privilegio al que no tenía acceso desde la temporada 1998-99, cuando Héctor Cúper dirigía la nave mallorquinista durante su segundo año en Europa.
Acostumbrado a nadar contracorriente desde el origen de la competición, el Mallorca se ha concedido este año un respiro y ha mejorado su calidad de vida gracias a una política sólida y continuista. El pasado verano Gregorio Manzano se convertía en el segundo entrenador que era capaz de redondear con éxito un proyecto y retomarlo a la campaña siguiente y al parecer, le ha reportado al equipo la estabilidad necesaria para mirar al futuro con más optimismo que nunca. De momento, los números están de su lado y aunque todavía es pronto para marcar objetivos concretos, el conjunto balear cuenta con argumentos de peso para rechazar la vulgaridad de los últimos tiempos.
Manzano ha hecho del trabajo colectivo su aval más importante. El técnico jienense ha repartido de forma equitativa el peso del vestuario y el grupo ha aprendido a caminar de la mano en las situaciones más comprometidas. Para empezar, uno de los puntos de su decálogo reconoce que a lo largo de esta campaña no existirá el once tipo, con lo que ha disparado la competitividad del grupo, además de activar sus sentidos. Se acabaron las diferencias entre titulares y suplentes y con ellas la relajación y la apatía. El mejor ejemplo es la reciente suplencia de Juan Arango, que pese a ser uno de los futbolistas más representativos de la entidad, vio empezar desde el banquillo el partido contra el Nàstic. La caseta del Mallorca es una de las más aprovechadas de la Liga y antes de rebasar el primer tercio del curso todos los jugadores, a excepción de Miquel Àngel Moyà, han disfrutado ya de su correspondiente cuota de protagonismo. En ese sentido, los futbolistas más utilizados están enfrascados en la línea más retrasada del terreno de juego. Prats (1080 minutos), Ballesteros y Navarro no se han perdido ni un minuto del campeonato y tras ellos aparecen Nunes (990), Arango (957), Varela (838) o Jonás Gutiérrez (798). En el extremo opuesto se encuentran Dorado (45), Kome (47), Iván Ramis (90) o Héctor Berenguel (135), que sin embargo, han sabido aprovechar la posibilidad de la Copa.