El fútbol es así, dice el tópico por excelencia. Y el Mallorca no ha tardado en comprobarlo. Una jornada. El conjunto isleño tiró ayer a la papelera una ocasión perfecta para arrancar a lo grande y romper con el pobre discurso de las últimas temporadas. Lo consiguió en cuanto a juego y ocasiones, pero se le olvidó la receta para materializarlas y acabó metido en un lío. Un punto para empezar no está mal, pero viendo la forma en la que se escaparon los otros dos resulta muy duro conformarse. Tuvieron que pasar más de quince minutos para que el Mallorca se quitara el pijama y se ubicara en el partido. Hasta entonces, el Recreativo había estado a rebufo de su afición y había aprovechado el éxtasis del Nuevo Colombino para enseñar los dientes y reivindicar su papel digno en esta Liga. Pero una vez superado el primer cuarto de hora el Mallorca agarró la brújula, levantó una pared en la sala de máquinas e inclinó el campo hacia la portería de López Vallejo. Fue una primera mitad de corte áspero, fea y sin contenido, aunque el Mallorca la utilizó para marcar su terreno y ganarse el respeto de su oponente, que poco a poco se fue arrinconando en su área para esperar alguna contra que le solucionara de golpe sus problemas de construcción. De hecho, en todo el primer tiempo los onubenses solo estuvieron en una ocasión a poco centímetros de Prats y ni siquiera llegaron a probar sus reflejos.
Los rojillos en cambio, vivieron más tiempo en el campo contrario que en su propia parcela, aunque volvieron a adolecer de esa falta de punch que han paseado durante toda la pretemporada. Con Maxi algo desorientado y Arango exponiendo su clase muy lejos de la portería, las mejores ocasiones del primer acto fueron para Pereyra, que hubiera provocado un cortocircuito en el conjunto local si hubiera tenido afinado el visor de su pierna diestra. En ese tiempo, el cuadro balear encontró también una fuga en el costado izquierdo de la zaga onubense, provocada quizá por la aceleración de Jonás y la proyección de Varela. En cualquier caso, la llegada del descanso permitió a Marcelino curar una herida que estaba a punto de infectarse y conservar intacto el marcador.
El segundo tiempo trajo un cambio de escenario. El técnico del Recreativo, viendo que su manual no iba a llevarle a ningún sitio, arriesgó lo poco que tenía poniendo sobre la hierba toda la pólvora que tenía en el banquillo. El movimiento, que sirvió para animar el partido, estaba justificado. Maxi había rescatado su versión más destructiva y la llegada del gol parecía una cuestión de minutos. Pino Zamorano llegó incluso a anularle un tanto por fuera de juego que vino precedido de un fallo pueril e incomprensible por parte de Jonás (minuto 47).