Aterrizó en la Isla con todos los honores. El mallorquinismo le tendió una alfombra roja, acaparó portadas y elogios e incluso algún consejero de la entidad le comparó con Dios (¿?). Su llegada se asoció a un regreso inmediato a la época dorada, a los días de vino y rosas, al orden, el resultado... De un plumazo, los fantasmas del descenso desaparecieron. Ya nadie hablaba de infierno, abismo o desastre, habituales durante la época floriana. Es más, hubo quien comenzó a nombrar la palabra Europa como objetivo inmediato. Aquella tarde de comienzos de noviembre, cuando fue presentado en medio de una catarata mediática sin precedentes, el Mallorca navegaba a la deriva por los suburbios del torneo, con constantes visitas al diván, una depresión galopante y apenas cinco puntos en su casillero después de perder en casa ante el Racing (1-2) con Tomeu Llompart, sustituto interino del cesado Benito Floro, en el banquillo. Ocupaba la penúltima posición, empatado a puntos con el colista Numancia, uno menos que el Getafe y a cuatro de la permanencia que entonces ocupaban Albacete y Athletic de Bilbao.
Hoy, una vuelta y un puñado de meses después, aquellas intenciones se han quedado en eso y los sueños de grandeza en una pesadilla. El Mallorca no sólo ha mejorado desde entonces. Más bien lo contrario. Acumula jornadas y jornadas jugando con fuego y está a punto de quemarse. A falta de sólo diez semanas para que la Liga baje el telón (29 de mayo) el conjunto isleño está más cerca que nunca de caer al precipicio de la Segunda División, tras ocho temporadas consecutivas entre la nobleza de la Liga y casi tres lustros después de su último descenso, de aquel estéril 1-2 en La Romareda en la primavera del 92, cuando los Juegos Olímpicos de Barcelona'92 ultimaban sus preparativos y la antorcha recorría sus últimos metros.
Héctor Cúper celebró ayer en El Sardinero su primera vuelta completa en el banquillo isleño y sus números invitan al pesimismo. Con el de Chabas como director de orquesta, el Mallorca sólo ha sumado 19 puntos en 19 partidos (57 puntos posibles), un promedio de un punto por encuentro, de Segunda División. Si el equipo mantuviera esos números, finalizaría el torneo con unos paupérrimos 34 puntos, uno en cada una de las diez jornadas que restan, una cota que le enviaría directamente al pozo.
De esos diecinueve encuentros dirigidos por Cúper, el equipo sólo ha logrado cinco victorias (una en cada mes), ha empatado cuatro encuentros y ha perdido diez. El equipo ha marcado 21 goles y ha encajado 34.
Cúper firmó sus triunfos ante Zaragoza (0-1, 21 de noviembre), Numancia (3-2, 5 de diciembre), Getafe (3-1, 30 de enero), Albacete (2-1, 13 de febrero) y Real Sociedad (3-2, 6 de marzo). Empató ante Sevilla y Atlético de Madrid en sus dos primeros partidos, Deportivo y Málaga, doblando la rodilla frente a Valencia, Espanyol, Osasuna, Athletic de Bilbao, Betis, Real Madrid, Barcelona, Levante, Villarreal y Racing.
Si contabilizamos exclusivamente la vuelta de Héctor Cúper, desde la 10ª hasta la 28ª jornada, el Mallorca estaría fuera de las posiciones de descenso a Segunda División. Esos 19 puntos en 19 jornadas superan los números firmados por Albacete y Numancia (15) y el Levante (18), aunque no a Racing (20), Zaragoza y Málaga (22). El líder en esa clasificación de la era Cúper es el Barça (42 puntos), seguido de Real Madrid (38), Villarreal (36) y Real Betis Balompié (34).
Desde la llegada de Cúper, los cambios en el once han sido constantes. Apenas ha repetido alineación, ha modificado el sistema, ha cambiado a jugadores de ubicación, apostó por la música como un elemento más del calentamiento previo al partido y en las dos últimas jornadas apenas da instrucciones desde el banquillo para no «transmitir más nerviosismo».
El comienzo de Cúper invitó al optimismo. Empató en el difícil estadio Sánchez Pizjuán, empató en casa ante el Atlético en un encuentro que estuvo a punto de lograr el triunfo y venció en Zaragoza, un triunfo que situaba al equipo en la rampa de lanzamiento de la permanencia. Pero la victoria de La Romareda propició un bajón inesperado, sellado con una derrota en Valencia en el regreso de Cúper y una remontada histórica en casa ante el Numancia (3-2) después de encarar los diez últimos minutos con 0-2 en el marcador.
El Mallorca entró en la rutina de la derrota. Sufrió cinco derrotas en seis partidos, apenas un punto de 18 posibles, que le alejaron de su objetivo. Después encadenó la mejor racha de la temporada, con sus triunfos ante Getafe y Albacete y el empate en Málaga, que le acercaba de nuevo a la salvación. Otras tres derrotas consecutivas, incluyendo una en casa ante el Levante (1-2) le empujaron de nuevo a un infierno que divisa cada vez más cerca.