Después de haber superado la primera criba del desierto, el mallorquín Antoni Manresa tiene cada vez más cerca el sueño de llegar a las playas de la capital senegalesa y poner punto y final de forma exitosa a su primera incursión en el París-Dakar. El conocido piloto de Calonge, miembro del equipo Epsilon -en compañía de los catalanes Pep Vila y Moi Torrallardona-, se ha puesto en más de una ocasión al volante del camión Man LE 18.280, con el que defiende la 18ª posición dentro de la general de su categoría. Manresa, a poco menos de una semana de lograr su gran meta, disfrutó ayer de la jornada de descanso oficial en Bobo Diulaso, después de los graves problemas que padeció la caravana africana. Pese a lo mucho que han dejado atrás «todavía queda mucho por recorrer, tramos muy difíciles. Hasta ahora hemos sufrido bastante, con finales de etapa de madrugada y maratones de hasta diecinueve horas. Todos sabíamos que era duro, y más en esta edición, pero creo que el corte ha sido demasiado exigente».
Pese a todos los inconvenientes generados por la carrera a su paso por Mali y Burkina Fasso, el de Calonge se encuentra «entero de moral, pues nunca pensamos que lo haríamos tan bien. Estamos a poco menos de dos horas de los primeros y es para ser optimistas», añadió Manresa, que se estrena en la competición más exigente del planeta junto a un grupo humano capacitado para alcanzar cotas insospechadas si se tiene en cuenta su experiencia. Convivir con las averías mecánicas es otra de las cláusulas no escritas que lleva consigo el París-Dakar. Manresa no ha quedado exento de ellas, ya que la rotura de una ballesta y un pinchazo le complicaron la vida.
Las incontables trampas del desierto han pasado de largo por el libro de ruta del equipo Epsilon. «En lo que a accidentes se refiere, tenemos bastante suerte hasta el momento. El resto no la ha tenido, pues nos hemos encontrado a gente encallada, e incluso una noche en la que nos perdimos, esquivamos un lago seco, uno de los accidentes naturales más temidos. Nosotros salimos por los pelos, pero un camión francés que llegó detrás nuestro se quedó atrapado», comenta el deportista balear, que pretende con su experiencia «consolidar un proyecto que pasee el nombre de Balears en la prueba. No he recibido ninguna ayuda del Govern, pero gracias al Ajuntament de Santanyí y el la Associació de Veïnats de Cala d'Or puedo estar aquí, y se lo agradezco», explica Manresa. La cautela es el sentimiento que predomina, «pues aún queda lo peor; la carrera ha seleccionado a los mejores y ahora empieza el Dakar de verdad. Por eso, debemos mantener el tipo», concluyó la única esperanza balear en la prueba africana.