Con la triada archivada ya en el libro de la temporada y medio equipaje facturado para su siguiente estación continental, el Mallorca se encuentra de repente con su verdadera realidad. Atascado en los suburbios de la tabla, el grupo de Luis necesita dar hoy un golpe sobre la mesa, despejar de una vez por todas las dudas que levanta siempre que juega en Son Moix -no vence en Palma desde el 3 de septiembre- y ganar. Sobre todo ganar. La victoria es la única salida al laberinto en el que se encuentra el equipo en el torneo doméstico. El Sabio lo tiene claro y ha repetido hasta la saciedad que «la permanencia en Primera División es nuestro patrimonio. Lo demás es secundario».
En los albores del campeonato, allá por el mes de agosto, la jornada de hoy no habría pasado de mera rutina. La talla del rival, el Murcia, y su condición de recién ascendido apenas inquietaba a la caseta. Pero el césped no entiende de clases y hoy ambos equipos comparten el mismo destino.
El Mallorca recibe al Murcia con la autoestima reforzada tras la victoria del pasado jueves en Copenhague y dispuesto a romper el maleficio que le persigue en Palma desde la llegada de Luis. El madrileño, que en su anterior etapa convirtió Son Moix en un fortín -sólo sufrió una derrota ante el Málaga... de Peiró- no conoce la victoria casera en la Liga y sus dos últimos partidos (1-3 ante el Barça y 0-5 frente al Valencia) han echado arena al fuego de euforia que concitó su llegada. Las estadísticas murcianas como visitante, con un empate y cuatro derrotas, invitan al optimismo. El Murcia, además, nunca ha ganado en Palma en Primera División aunque, eso sí, ha firmado dos empates en tres visitas, el último en la Liga 87-88.