Lo de Split fue un simple ensayo general. El Hajduk Stadium fue una buena piedra de toque para abordar el salto a un recinto donde la presión es todavía mayor. El Apostolos Nikolaidis es una ratonera para los rivales, un feudo terrible, un infierno deportivo. El santuario de la afición del Panathinaikos se convierte en la mayor amenaza del Real Mallorca en su viaje a Grecia.
Más allá de los Vlaovik o Sousa, los de Bernd Krauss deberán hacer frente a un ambiente que sobrepasa todo lo conocido hasta ahora. Los 17.000 aficionados que llenan sus gradas son capaces de intimidar al más pintado y de hundir en la desesperación a cualquier rival por experimentado que este sea. Es el arma perfecta de un equipo que no pasa de ser modesto en el panorama continental pero que tiene en su hinchada a la mejor punta de lanza para superar cualquier situación crítica por importante que esta sea.
Sin duda estamos hablando del campo más complicado que tendrá que visitar el conjunto isleño. Por si esto fuera poco el césped está en irregulares condiciones y el estadio está todavía muy lejos de cumplir con todas y cada una de las normas establecidas por la UEFA. La batalla del estadio no será la única que deberá dilucidar el conjunto bermellón, en frente contará con un equipo que busca en Europa engrandecer su nombre y su leyenda. El grupo entremezcla un puñado de futbolistas desconocidos con elementos sobradamente populares en el continente como Paulo Manuel Carvalho Sousa. El portugués ex jugador de equipos como el Benfika, Juventus, Dortmund, Inter y Parma se convierte en el creador por excelencia del centro del campo. Ganador de dos Copas de Europa, en el 95 y 96, Sousa tiene claro el perfil de su equipo. «Somos un conjunto muy humilde y con mucho corazón. Nuestra arma es el trabajo», asegura la estrella portuguesa.