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Real Mallorca

El Mallorca se impuso al Rayo (2-1) de penalti y en el último minuto

El conjunto de Vázquez consiguió tres puntos en un partido abominable y volvió a escuchar abucheos de la afición

Los jugadores del Mallorca se abrazan a Diego Tristán tras transformar el penalti que significó la victoria.

2 MALLORCA: Leo Franco, Olaizola, Nadal, Siviero, David, Novo, Engonga, Serrizuela, Francisco Soler, Ibagaza y Diego Tristán.
Cambios: Niño por Novo, Carlos por Serrizuela y Gabrich por Ibagaza.
1 RAYO VALLECANO: Keller, Cota, Alcázar, Hernández, Llorens; Clotet, Luis Cembranos, Helder, Pablo Sanz, Bolo y Michel II.
Cambios: Ferrón por Cota, Amaya por Hernández y Canabal por Bolo.
GOLES:
Min 20, David recoge un rechace de Keller a tiro de Soler y marca a puerta vacía, 1-0.
Min 63, Canabal, de cabeza, 1-1.
Min 91, Diego Tristán, de penalti, 2-1.
ÀRBITRO: Mejuto González, del colegio asturiano. Amonestó a Cota y Canabal, del Rayo.
LO MEJOR: El resultado
LO PEOR: Nada

TOMEU TERRASA
Una estupidez de Luis Cembranos, que derribó al mallorquín Paco Soler dentro del área en el último minuto de encuentro, y la sangre fría de Diego Tristán en la ejecución del lanzamiento, evitaron ayer que el Rayo provocara un incendio a su paso por Son Moix. Pese a todo, saltaron chispas. La agónica victoria de ayer no salvó al Real Mallorca de escuchar, por segunda vez en poco más de una semana, una sonora pitada de las gradas, que se fueron despoblando en el último cuarto de hora de partido.

El Mallorca dispuso ayer de todos los condicionantes necesarios para poner a prueba su sentido de la ambición: mandó en el marcador con todo el tiempo del mundo para acomodarse en el campo y, enfrente, tenía a un rival que se tropezaba cada vez que tocaba el balón. Pese a la poderosa línea de zagueros que dispuso el técnico gallego (tres centrales y dos laterales), el equipo bermellón se agobió innecesariamente en labores de cobertura y perdió un incontable número de balones en un centro del campo lleno de gente pero sin un solo conductor.

Arriba, Tristán bostezaba. La ineficacia bermellona llevó al Rayo a redoblar su iniciativa y el Mallorca se vio obligado a predicar al contragolpe su eslogan favorito: "que jueguen ellos". Y jugaron. En especial desde que Juande Ramos adoptó una decisión que pudo haber sido clave al colocar a Canabal en el terreno. No le defraudó y en dieciocho minutos dejó su firma en el fondo de la red de Leo Franco con un impecable testarazo al saque de un córner. El gol de Canabal se tradujo en ansiedad en el césped y un monumental enfado en las gradas. Semiabandonado por su público, el Mallorca necesitaba un milagro y lo encontró en medio de la tormenta.

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