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Real Mallorca

El Mallorca pierde en Zaragoza (3-0) y es penúltimo

El conjunto de Vázquez se viene abajo en La Romareda tras una primera parte aceptable y se coloca en el pozo de la clasificación

El portero Germán Burgos enfila el camino del vestuario tras ser expulsado por agarrar a Milosevic en el área.

3 ZARAGOZA: Juanmi; Cuartero, Paco, Sundgren, Pablo; Acuña, Aragón, Juanele, Jamelli, Martín Vellisca; y Milosevic.
Cambios: Garitano por Aragón, José Ignacio por Jamelli y Yordi por Milosevic.
0 MALLORCA: Burgos; Olaizola, Siviero, Nadal, Miquel Soler; Carreras, «Chichi» Soler, Lauren, Ibagaza, Stankovic; y Tristán.
Cambios: Quinteros por Olaizola, Leo Franco por «Chichi» Soler y Serrizuela por Ibagaza.
GOLES:
Min. 50. Milosevic, de penalti. 1-0.
Min. 58. Milosevic. 2-0.
Min. 89. Acuña. 3-0.
ÀRBITRO:
García Aranda, del Comité Madrileño. Expulsó, con tarjeta roja directa al visitante Burgos (m.50) y a su compañero Serrizuela (m.91). Amonestó con tarjeta amarilla a los locales Cuartero y José Ignacio.

TOMEU TERRASA
La esquizoide personalidad del Mallorca se manifestó ayer en La Romareda en toda su plenitud. A este equipo le basta y le sobra hora y media para exhibir todo su abanico de conductas y desconcertar a cualquiera. Especialmente al rival. El grupo de Fernando Vázquez es perfectamente capaz de ganarse todo el respeto de su oponente, de llevar una cierta iniciativa en el encuentro, de aparentar ansias de victoria; pero también es muy dado a venirse abajo a las primeras de cambio y a desquiciarse en cuanto detecta síntomas de que el guión se le ha vuelto en contra.

Es cierto que el Zaragoza vio cómo se le allanaba el camino en una desafortunada acción de Germán Burgos, sobre la que García Aranda arrojó todo el peso de la norma (expulsión del argentino y penalti), pero el equipo de Txetxu Rojo había demostrado mucho antes las suficientes dosis de convicción y criterio como para hacerse acreedor a la victoria.

Al margen de los barullos tácticos a los que tan aficionado es Fernando Vázquez, el del Mallorca es básicamente un problema de actitud. Hace ya mucho tiempo que el triángulo de centrocampistas que teóricamente debe nutrir de balones a Tristán no funciona en absoluto. Stankovic y Lauren sólo se involucran a ráfagas y a Ibagaza es mejor dejarle como a él le gusta: a su aire. Por detrás de ellos, el equipo adolece de una alarmante falta de profundidad en el juego de bandas: ni Miquel Soler es el de la pasada temporada ni Olaizola fue ayer la sombra del expeditivo zaguero de siempre.

Si el Zaragoza no tradujo en más goles su recreo final fue por la mala puntería de sus lanzadores y por el buen trabajo que realizaron en cobertura hombres como Nadal o Francisco Soler. Junto a ellos, también estacó Carreras en funciones de organizador. Todo lo demás fue un mosaico de argumentos para llorar, una nueva muestra de impotencia de este equipo sin norte. La imagen de Serrizuela enfilando el camino al vestuario seis minutos después de haber salido al campo es el mejor resumen de la crónica de ayer.

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