Asociado al fracaso, el nombre de Jaume Ventura Sala genera escaso debate en el seno del Bàsquet Inca. En apenas tres meses de competición, el técnico del Bàsquet Inca ha dilapidado todo su crédito y su continuidad en el banquillo de madera es una mera anécdota que el lunes, cubierto el primer tramo de la fase regular, puede llegar a su punto y final. Ventura lleva un buen puñado de semanas sentenciado. Ha perdido casi todos sus apoyos en los despachos y sólo los problemas de liquidez que padece el club retrasan un despido que cobró forma en el transcurso de un reciente cónclave entre Rubert y el preparador catalán. El presidente no dudó en trasmitir a éste su profundo malestar por la trayectoria del equipo profesional y le dijo que había perdido la confianza en su trabajo. La confesión se produjo antes del viaje a Córdoba y originó un distanciamiento importante entre mandatario y técnico, cuya relación se ha sufrido un gran deterioro. Ambos mantienen las formas, pero la gelidez preside todos sus encuentros. De hecho, en el desplazamiento a tierras andaluzas "el último que ha realizado Joan Rubert con el equipo" apenas hablaron y desde entonces la comunicación casi no existe.
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