No resulta complicado recordar dónde estabas y qué hacías en ese día en concreto. Como en otras muchos de nuestras vidas. Y más, cuando ese hecho de marca de por vida. Eso es lo que pasó aquella tarde del 3 de junio de 2016. Me tocaba editar la sección de Deportes y estaba pasando lista a los contenidos de un diario que, minutos después, iba a cambiar su esqueleto de manera radical...
Tengo la costumbre muchas veces de tener la televisión en marcha, en silencio, para hacerme compañía. Ese día había motos, entrenamientos libres en Montmeló. Una buena excusa para ponerme delante unos segundos o minutos si el trabajo lo permite.
Pero en un instante, al ver que se paraba la sesión y hablaban de un accidente en Moto2, el corazón se me paró. Como antes y ahora todavía, cuando cualquier incidente en pista me pone en alerta.
Parecía grave. Serio. Pero lo peor estaba por llegar. Era Luis. Sí, la moto número 39. Y la aparición de las asistencias médicas, y más tarde del helicóptero -aunque al final no voló- hicieron que la preocupación creciera. Más, cuando empezaban a circular todo tipo de informaciones a las que no sabías si dar credibilidad o no.
Todo eran dudas, interrogantes. Albert, el jefe de Deportes, se incorporó para reforzar la sección ante la gravedad de los hechos. Y, pasadas las 5 de la tarde, llegó ese WhatsApp que jamás querría haber leído. A partir de ahí, encadenamos unas horas y unos días intensos. Profesional y emocionalmente.
Más allá de despedir a un deportista, con Luis se iba un piloto al que habíamos visto desde niño rodar. Por Llucmajor y en los trazados mundialistas. Un muchacho que siempre estuvo ahí, cuando se le requería. Tendiendo la mano. Con todo el mundo, sin distinciones. Miembro de una saga ligada al motociclismo, supo llevar su pasión y su apellido a lo más alto. Y ganarse el respeto de todos. Dentro y fuera del 'paddock', donde María, su sombra, peleó por defender y proteger a su 'Mexicano'.
Desde aquella tarde de viernes, cada 3 de junio no es un día más. Es una jornada para recordar, por encima de todo, a la persona que sigue desprendiendo un halo de cariño que es reflejo de todo lo que cosechó en vida. Y al piloto que tantos domingos de alegrías y gloria dio al motociclismo balear, cuyo momento dorado en el presente resulta imposible comprender sin la aportación de aquella moto que lucía el 39 por todos los circuitos del Mundial. La de Luis. La de Salom. La del 'Mexicano'.