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MotoGP

Una vida sobre ruedas

Joan Uviña, Joan Mir y Jorge López. | Redacción Digital

| Palma |

Lo más lógico es que se hubiera dedicado al patinaje o al skateboarding -su padre es el propietario de la conocida tienda Rollandroll-, pero el destino quiso que Joan Mir Mayrata (Palma, 1997) optara por el motociclismo casi por casualidad, pues no había tradición y la afición venía por el lado paterno (sus padres, Joan y Aina, están divorciados y tiene dos hermanos pequeños, Mauro y Fiona) o de sus tíos.

Comenzó a tomárselo en serio relativamente tarde, con diez años, aunque con ya con seis, de la mano de su padre y su padrino, rodaba sobre una Polini. Su primo segundo, Joan Perelló -primo de su padre-, corría por entonces en el Mundial de 125 centímetros cúbicos y Mir fue a verle entrenarse en la escuela de Chicho Lorenzo en Son Hugo. Le gustó y quiso probar. Esa decisión cambió su vida, en mayo de 2007. De hecho, el padre del pentacampeón mundial no esconde que Joan «es el piloto con más talento que he conocido». Una señal de lo que podía ofrecer. Allí aprendió las nociones básicas técnicas durante un año y medio.

A los cuatro meses, participó en su primera carrera de minimotos (6.2 Cv), finalizando en la quinta posición. En 2008, se inició en minimotard base (Kawasaki 65 cc), haciendo podio en todas las mangas del Campeonato de Balears, al igual que en el territorial de minimotos 6.2 Cv. Su crecimiento continuó en 2009, acumulando triunfos y buenos resultados que llamaron la atención de sus rivales y de la gente del motociclismo, ganando el título territorial de minimoto 6.2. En 2010, disputa la Copa Interescuelas de Lorenzo Competición y KSB Valencia, poniendo fin a esa fase con un gran balance de victorias, puntos, 'poles' y vueltas rápidas.

La aparición en su vida de la figura de Dani Vadillo fue otro punto de inflexión. Cuando acabó su etapa en Lorenzo Competición, fue a la Escuela de la Federació Balear de Motociclisme y allí se conocieron, en junio de 2010. Desde ese momento, ambos se convirtieron inseparables hasta llegar a lo más alto en el motociclismo mundial.

El verano de 2010 fue clave en la progresión deportiva de Joan, que compite en 70, 80 y 125 centímetros cúbicos, acabando más adelante entre los 50 mejores en las pruebas de la Red Bull Rookies Cup. En septiembre, se proclama campeón de Balears de minimotard base, a falta de dos carreras.

En 2011 se presentó a las pruebas de selección de la Cuna de Campeones Bankia, en la categoría 160 XL 4T, siendo el piloto con mejores tiempos. En Vinaroz disputó su primera prueba fuera de Mallorca, firmando un segundo y un primer puestos con una moto desconocida hasta entonces para él. Se impuso en las siguientes mangas, con victorias en todas las citas, además de lograr las 'poles' y las vueltas rápidas, para coronarse campeón de la Copa Bankia a falta de una carrera. Volvió a probar fortuna en la Rookies Cup, y se quedó a las puertas, además de ser campeón de Balears de minimotard.

Becado por el Centre de Tecnificació, a las órdenes de Sebastià Crespí, en 2012 da el paso a los 125 centímetros cúbicos, además de obtener otro gran logo con el título de MotoDes (cuatro victorias y dos segundos) y añadir más éxitos regionales. Ese año, sí, fue seleccionado para la Red Bull Rookies Cup, en la que fue el único español en 2013, siendo noveno, para en 2014 ser subcampéon y dar el salto al FIM CEV Repsol de Moto3 en 2015, peleando por el título (4º). Con el equipo Leopard, el 18 de octubre, debuta en el Mundial en Australia, sin poder acabar la carrera. 2016 le permitió lograr su primera 'pole' y victoria (Austria), siendo Rookie del Año. Era la confirmación de que podía hacer cosas importantes. Las que Joan Mir ha mostrado a lo largo de un 2017 en el que ha culminado un largo camino que le llevó a ser campeón del mundo de Moto3. Un sueño hecho realidad, cimentado sobre 10 victorias y otros 3 podios en 18 Grandes Premios para recordar.

Pero también una escala más dentro de una trayectoria de vértigo. Tras un efímero paso por la cilindrada intermedia (Moto2), en la que dejó cuatro podios -dos segundos y dos terceros puestos-, llegó la oportunidad de dar el salto, de meterse en la parrilla de MotoGP de la mano de una fábrica que buscaba su espacio tras muchos años alejada de la primera línea: Suzuki.

Junto a Álex Rins ha formado un tándem que en las dos últimas campañas (2019 y 2020) ha devuelto a la fábrica de Hamamatsu a la senda de la gloria. Tras un año de adaptación en el que acabó duodécimo de la general, la temporada de la pandemia ha supuesto la consolidación de la Suzuki número 36 como una de las referencias del certamen. Yendo de menos a más, amortizando cada aparición en pista y haciendo valer su regularidad, fue en la cuarta cita, en el trazado talismán del Red Bull Ring austríaco, donde pisó por primera vez el podio, su segundo peldaño para ser más exactos. Después vinieron San Marino (3º y 2º), Catalunya (2º), el asalto al liderato tras dos terceros puestos en Motorland Aragón, y la confirmación en el Gran Premio de Europa, en Cheste, donde el domingo 8 de noviembre de 2020 inscribió su nombre en el de los elegidos que han podido ganar una carrera en MotoGP. Lo tuvo en su mano en la segunda prueba de Austria (Styria), pero una bandera roja le detuvo cuando iba camino del triunfo.

Y como lo que cuenta es el final, y en un Mundial como el de motociclismo la regularidad es la que acaba colocando a cada uno en su sitio, a Mir le esperaba la gloria muy cerca de su Mallorca natal. Valencia, cinco años después de que Lorenzo cerrara el círculo, abre una nueva era para el motociclismo balear. Y corona al nuevo campeón de la cilindrada reina: Joan Mir Mayrata.

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