El filial del Real Mallorca ha vuelto a ser noticia por su terrible temporada. El equipo bermellón, que la campaña pasada lograba un esperanzador ascenso a Segunda RFEF que recortaba la distancia que había entre la cantera y el primer equipo, se ha despedido de la Segunda RFEF con seis partidos por delante después de acumular unos números sonrojantes: ha perdido doce de los últimos catorce partidos que ha jugado.
Después de 28 jornadas el conjunto que dirige Gustavo Siviero es el colista destacado del grupo tercero de la cuarta categoría del fútbol español después de seguir una trayectoria desastrosa durante toda la campaña. Solo ha ganado dos partidos, al Sant Andreu en enero fuera de casa (0-1) y a la Peña Deportiva en enero en Son Bibiloni (1-0), y se ha convertido en un blanco fácil para sus rivales, que le han terminado arrinconando al fondo de la clasificación a falta de casi un mes y medio para que acabe el curso. Todo ello, con un saldo mucho más pobre que al de su paso anterior por la Segunda RFEF (2022-23), cuando se precipitó al vacío siendo finalmente penúltimo con Julián Robles en el banquillo.
El descalabro del Mallorca B vuelve a suponer un inmenso lunar para el proyecto de cantera del club. Sobre todo porque refuerza la sensación de que se ha desaprovechado a una de las mejores generaciones que habían salido de Son Bibiloni. La temporada de ensueño que cuajó el primer equipo juvenil en 2024, al proclamarse campeón de la Copa del Rey y pelear por el título de Liga en la Copa de Campeones al ser el mejor equipo de su grupo por delante del Barça o el Espanyol, ha caído en saco roto en la transición hacia un escalón superior, tal y como demuestran todas esas cifras con las que carga el filial a la espalda en pleno mes de marzo.
En su grupo, el Mallorca B parece estar a una galaxia del resto. No solo es el equipo que menos victorias ha facturado (ningún en otro ha ganado tan poco en los otros cuatro). También es el que menos goles marca (17 en 28 partidos) y el que más encaja (48). Solo el CD Atlético Paso (16 puntos), el Adarve (17 dianas anotadas) o el Subiza (50 tantos recibidos) se le comparan en lo negativo dentro de la categoría. Eso sí, ninguno de ellos ha consumado aún un descenso que señala directamente a los despachos de Son Bibiloni y que obligará a los responsables del fútbol de formación a reflexionar acerca de cuál es el camino a seguir.
El Mallorca B es incapaz de mantener el equilibrio por encima de la Tercera División desde principios de la década anterior, cuando llegó a encadenar cuatro temporadas en la extinta Segunda B entre 2009 y 2013. El curso solo ha dejado una buena destacable: el debuta de Jan Salas con la primera plantilla. El otro jugador del grupo que ha asomado la cabeza en la elite es Marc Domenech, pero lo hacía a principio de curso, procedente del San Francisco juvenil y sin haber pasado todavía por el filial.
Ahora al segundo equipo solo le queda por el final de una agónica travesía por el desierto. Un tramo vacío del calendario en el que se enfrentará a Sabadell, Olot, Alzira, Ilicitano, Atlético Baleares y Europa sin nada en juego aparte del orgullo por maquillar una temporada para olvidar.