Bordeada ya esa temida barrera que impone la palabra ‘fracaso', a España solo le queda pelear contra el vértigo. Esa misma selección de la que muchos dudábamos hace un mes ha llegado a la aduana de los cuartos de final siendo la más descarada, vistosa y agradecida de una Eurocopa cargada de flashes e imágenes para el recuerdo pero más bien justita en cuanto fútbol.
A hombros de dos críos que apenas suman 37 años y no tienen miedo a las alturas, le toca jugar una final antes de tiempo y asumir, en territorio comanche, la tarea más desagradable del momento: completar el papeleo de la jubilación de Toni Kroos. La cuarta, para uno y para otro, se juega en Stuttgart.