Además de los repetidos nombres de Kroos, Musiala, Bellingham o Güler como figuras de la primera jornada, otros jugadores que no estaban destinados a la gloria, suplentes con sus selecciones, fueron decisivos, tuvieron una influencia notable o una aparición fugaz pero brillante en equipos como Países Bajos, Portugal y Alemania.
El primero de todos en hacer acto de presencia fue Emre Can. En el partido inaugural que enfrentó a Alemania con Escocia, el centrocampista apareció en el terreno de juego en el minuto 80 tras sustituir al venerado Toni Kroos.
Aleksandar Pavlovic, el prometedor jugador del Bayern Múnich, tuvo que abandonar la concentración por una amigdalitis. Se quedó sin Eurocopa y Nagelsmann citó a Emre Can. Rápidamente se unió a sus compañeros y su aparición no pudo ser más exitosa. A los pocos minutos de ingresar en el campo desde el banquillo, enganchó un disparo desde fuera del área con el que Alemania redondeó su goleada (5-1). «No llevo mucho aquí pero estoy agradecido. Haré lo mejor para el equipo», dijo.
Más importante fue la aparición del delantero de los Países Bajos Wout Weghorst. Koeman no confió en el atacante del Hoffenheim y apostó por Memphis Depay para encabezar la responsabilidad anotadora frente a Polonia. La fórmula no funcionó y en el minuto 81, con 1-1 en el marcador, Memphis se fue del terreno de juego y entró Weghorst. Fue la mejor decisión posible.
Y es que, Weghorst apenas tardó un par de minutos en dar la victoria a su selección. Con un remate muy plástico, aprovechó un servicio de Nathan Aké para batir a Polonia cuando más sufría su equipo. Sin duda, fue el héroe del equipo de Ronald Koeman, que después no dudo en halagar a su jugador: «Su gol es una de sus cualidades. Es verdad que se sintió decepcionado cuando le dije que no iba a ser titular, pero se quedó en eso. Es fantástico que Wout haya conseguido la victoria», dijo.
Pero Weghorst no fue el único suplente que consiguió un tanto decisivo.
Aún más apurado fue el de Francisco Conceiçao para Portugal, atascada para romper el muro que plantó la República Checa en Lepizig. El único jugador que pudo batir al portero Jindrich Stanek fue su propio compañero Robin Hranac, que se marcó un tanto en propia meta que dio el empate al conjunto luso. Hasta la aparición de Conceiçao, Portugal sólo podía celebrar un punto rácano y poco vistoso para una selección que quiere aspirar a ganar la Eurocopa.