Hablar de Carlos Cabezas Jurado (Málaga, 1980) es hablar de la mejor generación que ha conocido jamás el baloncesto español. El andaluz, uno de los bases de aquellos Junior de Oro que terminaron dominando el mundo, abrochó en 2021 una carrera trufada de grandes títulos que abarcó más de dos décadas y circuló por España, Rusia, Francia, Venezuela, Argentina, Hungría y Uruguay. Ahora se encuentra en Mallorca, donde disfruta de compartir su experiencia con los más jóvenes a través del campus que dirige en el colegio Agora Portals.
¿Cómo es ahora la vida Carlos Cabezas fuera del baloncesto?
— Ha cambiado mucho. Hace cuatro años que me retiré y ahora soy embajador de Unicaja Málaga y estoy muy cómodo, llevando a cabo varias iniciativas, campamentos de verano o mi campus, tanto el de Mallorca como el que ahora hemos retomado en Marbella. Estoy feliz. Tengo tiempo y puedo transmitir mis valores y pasar mucho tiempo con los chicos y chicas. Me siento un afortunado. Y más estando ahora en un sitio como la Isla.
¿No le ha dado por ser entrenador?
— De momento no me llama la atención. Por ahora me gusta más el enfoque de la formación o el tema institucional. Tendrían que cambiar mucho las cosas.
¿Le quedó algo por hacer en el baloncesto profesional?
— Me hubiese gustado jugar unos Juegos Olímpicos, que por diferentes motivos es algo que no pude hacer. Pero el resto no me fue mal. Tuve la suerte de pertenecer a la generación de oro y ganar aquel primer Mundial junior de 1999 en Portugal, el Mundial absoluto de 2006 en Japón… Y con el equipo de mi vida (Unicaja) también gané Liga y Copa y jugué una Final Four, que es algo increíble. Pero claro, siempre hay cosas que te quedan ahí. Como la NBA, que me quedé a un paso.
Pudo fichar por Orlando Magic, ¿no es así?
— Así es. Fue un tema contractual, pese a que la opción estuvo ahí. Al final opté por ir con Scariolo al Khimki ruso. Son decisiones que como deportista tienes que tomar. Pero he tenido una carrera de ensueño que nunca imaginé de pequeñito. Y estar ahora con los jóvenes me hace sentir orgulloso. Es lo que más me llena.
Ha hablado de la generación de los Junior de Oro. ¿Se repetirá algún día algo parecido?
— Nunca se sabe. Las estadísticas, y también los tiempos, están para romperse. Que de aquella generación del 80 salieran ocho o nueve jugadores de un nivel top mundial, como Pau Gasol o Juan Carlos Navarro, es algo increíble. Será difícil que vuelva a pasar, pero no imposible. Haber pertenecido a ese grupo y volver ahora la mirada y ver lo que conseguimos de niños y después a nivel profesional es un orgullo impresionante. Y más para jugadores como Berni (Rodríguez) o yo, que venimos de Málaga.
Como profesional jugó en siete países diferentes.
— Estuve muchos años en Unicaja, mi casa, y cuando en 2009 me fui a Rusia sí que es verdad que pasé a ser un jugador de una o dos temporadas en cada equipo. A partir de los 25 años me llamaba mucho la atención la posibilidad de jugar en distintos países y sobre todo en Uruguay, por las raíces familiares y ser la tierra de mi padre. Acabar mi carrera como capitán de Nacional fue algo muy bonito y especial. De todos los sitios en los que he jugado he salido muy contento, tanto en lo deportivo como en lo personal.
¿Dónde le ha aportado más el baloncesto, dentro o fuera de la pista?
— En los dos sitios. Ahora que me he retirado veo que tengo amigos en todos los sitios por los que he pasado. Profesionalmente me ha ido muy bien, en algún lado mejor que en otro, pero siempre intentando dejar mi huella, y en lo personal valoro mucho poder ir ahora a Hungría, Rusia o Sudamérica o tener amigos en muchas partes del mundo, me hace sentir genial.
Ha mencionado su paso por Rusia con Sergio Scariolo. Buen reto se le presenta ahora al cambiar la selección por el Real Madrid.
— He tenido la suerte de con él como de invitado en el campus de Marbella y después de tenerlo tantos años como entrenador es una persona muy especial para mí. Está preparado, todos lo conocemos. Lo ha ganado todo, tenía mucha ganas de volver a un club y se le ha presentado la oportunidad de liderar un gran proyecto en el Real Madrid. Tiene mucha ilusión de volver a entrar en la rueda.
¿Desde fuera se entiende que el baloncesto mallorquín, con los grandes jugadores que ha dado, no haya tenido nunca un equipo en la Liga ACB?
— Es algo peculiar, sí. No conozco las interioridades del baloncesto de la Isla y no vivo su día a día, pero de aquí han salido jugadores de primer nivel, ya desde los tiempos de los Alzamora, aparte de los que todos conocemos… Recuerdo que el Bàsquet Inca estuvo muchos años ahí, por ejemplo. Es un lugar con unas instalaciones magníficas, que conocí con la selección, y del que salen muchos jugadores. Ahora sé que están trabajando muy bien y que se han metido dos equipos en Primera FEB. Ojalá lo veamos algún día porque en Mallorca se respira baloncesto y aquí hay auténticas leyendas.
Hacía 22 años que no veíamos a la selección española sin un solo jugador balear en la convocatoria para un gran torneo.
— Es que entre la presencia de Rudy, que ha sido estelar, o la de Abrines, que también ha tenido una gran importancia… Toca un relevo generacional.
¿Entiende que un jugador de la calidad de Alex Abrines medite retirarse a los 31 años?
— La carrera de Álex ha sido increíble y ha tenido la suerte de jugar muchos años en el Barça y en la NBA. Es una decisión suya, que solo está en su cabeza, y opinar desde fuera es complejo porque cada uno sabe cómo se siente por dentro a nivel mental. La competición es muy dura y exigente. Tiene calidad para seguir jugando, pero solo puede decidirlo él, con su familia y su entorno. El baloncesto es cada vez más duro y la Euroliga te obliga a jugar de dos a tres partidos por semana. Hay que estar muy preparado física y mentalmente.