No fue el primer ni el último ascenso del Atlètic, pero el conseguido ante el Gernika en junio de 2008 está grabado a fuego en la memoria de los balearicos, que regresaban a Segunda B tras casi 20 años de espera y más de una docena de frustraciones. Los goles de los hermanos Nando y Juan Alberto Ramón en la prórroga hicieron estallar al Estadi Balear, pero pocos encarnaban en la celebración la euforia y la liberación como Juan Ramón Rodríguez Arbona ‘Rodri', que el pasado viernes cumplió el medio siglo de vida rodeado por los suyos.
Llegó a las filas blanquiazules de la mano de Fernando Crespí en 2007 tras haber jugado tres temporadas en Segunda con el Terrasa y diez en Segunda B entre el Mallorca B, Cacereño, Sóller, Gramanet y Sant Andreu. «Tengo la ilusión de jugar en el ATB. Hay que subir por el club y por la afición», le dijo al por entonces presidente, sorprendido por el hecho de que el fichaje estrella aceptara una propuesta a la baja en lo económico.
Su fichaje generó los típicos comentarios de cuando llega un veterano cerca de la cuarentena. Sin embargo, sin haber firmado, se vistió de corto para someterse a las pruebas de resistencia y no sólo zanjó del debate, se ganó el brazalete. Pulverizó los registros de los más fuertes y eso que paró para no lesionarse. Fue su manera de decirle al vestuario y al cerca de centenar de personas que estaban ese día en la grada ‘soy Rodri y no he venido a pasar el rato'.
Fue el gran capitán para la plantilla y la directiva. Empujaba a sus compañeros a exprimirse para ofrecer su mejor versión, de los que la caseta escuchaba en silencio y de los que estaban en sintonía con los que mandaban. Un ejemplo de lealtad para todos, aunque uno de los gestos que le costó algún enfrentamiento fue su negativa a pedir primas. «No iré nunca a la oficina, los premios serán los que nos ganemos y nos ofrezcan», dijo. Aquella temporada las primas fueran el doble de lo previsto.
El broche de oro a la campaña fue doble en su caso, ya que celebró el ascenso a Segunda B apenas unos días después de que naciera su hija Claudia. Estaba exhausto a la par que eufórico en una de las semanas más especiales de su vida en lo personal y lo deportivo.
Seguía con fuerzas pero tenía ciertas reservas sobre su rendimiento en Segunda B, así que puso como condición a Fernando Crespí que le pagara lo que quisiera y acordó percibir la media de lo que cobraba la plantilla. Y en enero, con el ATB inmerso en la zona pantanosa de la tabla, renunció a su nómina porque según él no estaba jugando a su nivel. El club le correspondió con un regalo material y, tras el descenso, no era el momento de brindarle el homenaje que merecía.
El fin de semana sí vivió días muy especiales celebrando su 50 cumpleaños con sus amigos en Campanet y su familia en Can Picafort, donde estuvo, entre otros, con sus padres Xisco y Lluïsa, su hija Claudia y el expresidente Fernando Crespí, que no quiso perderse la fiesta del gran capitán.