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Misterios

| Palma |

Nos chiflan, nos fascinan los misterios. Sin contar las religiones y las ideologías políticas, más del 70 % de cualquier narrativa versa sobre misterios, y hay un género literario y cinematográfico, pero también periodístico, consagrado únicamente a ellos. El género de misterio, en el que caben docenas de categorías misteriosas. Por si esto fuese poco, nos gusta descubrir misterios, públicos o privados, en todas partes, pues no hay actividad cognitiva o cultural que interese si no contiene misterios. De gozo, de dolor, de gloria o de pasión; pero que sean misteriosos, como en el rosario. El misterio de la unidad de España, por ejemplo. Cómo es posible que aún exista España tras siglos rompiéndose, y cuando llevamos tantos años oyendo que hasta el Gobierno la rompe a diario. Misterios de las identidades, uno de los más misteriosos del mundo. O el misterio de las finanzas globales, opuesto por cierto al de la multiplicación de los panes y los peces.

Por qué según mejora la economía y crece la riqueza en el mundo, la gente se empobrece y cada vez hay menos panes y menos peces. En fin, que todo son misterios, económicos, filosóficos o científicos, porque el misterio, además del motor de la historia, es nuestro mayor entretenimiento. Un producto altamente rentable, de gran valor añadido, que ha creado una formidable industria con millares de profesionales cualificados. Encargados de explotar, saquear y propalar misterios a fin de surtir el mercado, siempre ávido de nuevos enigmas. Y si la demanda supera a la oferta, para eso están los falsos misterios, manufacturados digitalmente a base de trozos y restos de viejos misterios ya resueltos y olvidados, que así resurgen como nuevos.

El misterio de la habitación cerrada, el de la pirámide, el de los platillos volantes, el del perro que no ladró, el misterio de los crímenes de la calle Morgue. No, el de la unidad de España no es de esos, basados en el escamoteo de datos. Es un misterio de verdad, al nivel del de la Santísima Trinidad. Es decir, incomprensible, inefable. Pero claro, es que la palabra misterioso engrandece y hace atractiva cualquier cosa, hasta un huevo frito. ¡El huevo frito misterioso! A que mola mucho.

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